FUNDACIÓN TOSCANO
  ¿Quiénes somos?
  Los Barandales
  Contactar
  Sitios de interés
DONATIVOS
ACTIVIDADES
  Medalla Salvador
Toscano
  Informe Anual
LABORATORIO DE GUIONES
  Antecedentes
  Guiones Filmados
  Convocatoria 2006-2007
  Resultados 2005-2006
  Calendario
  Talleristas y asesores
  Album de imágenes
y comentarios
ARCHIVO TOSCANO
  Memorias de
un Mexicano
  Filmografía
  Imagenes
DOCUMENTALES
Manuel Moreno Sánchez
COLECCIONES
DIGITALIZADAS
 

Jesús H. Abitia

 
  Colín
  Presidentes
PRODUCCIONES
Y PUBLICACIONES
  CDROM, libros
y videos
  Adquirir
  Suscríbase
a nuestra lista
El registro documental del constitucionalismo de Jesús H. Abitia
Por: Angel Miguel. (Página 1)
La revolución mexicana fue uno de los primeros conflictos bélicos retratados extensamente por el cine. Un conjunto de camarógrafos entrenado en el periodo trashumante filmó los episodios de esta guerra desde mayo de 1911, cuando se tuvo noticia de las primeras revueltas contra el dictador Porfirio Díaz, hasta febrero de 1917, cuando terminó la etapa más violenta del conflicto al firmarse la constitución que dio al país nuevas normas políticas. En ese periodo los cineastas mexicanos produjeron unas veinte películas de más de media hora de duración, así como un número indeterminado de cortos. Los documentales eran exhibidos a un público que se mostró muy interesado por conocer los acontecimientos políticos y militares recientes, al grado de que por primera vez se anunciaban producciones locales como cartel principal, desplazando a un segundo término a las cintas de ficción extranjeras; los cortos, en cambio, no se exhibieron en cines (a diferencia de otros países, en México aún no existían los noticieros), sino que fueron utilizados para proyecciones privadas dirigidas al ejército o al público asistente a reuniones de propaganda electoral. Las películas tal y como fueron exhibidas originalmente no han llegado a nuestros días, pero sus imágenes contribuyeron decisivamente a la formación del imaginario nacional posrevolucionario, al ser incluidas muchas de sus escenas en recopilaciones históricas, cintas sonoras y programas televisivos que durante años reforzaron al discurso oficial sobre la revolución.

En cierto sentido, en sus primeras exhibiciones los documentales sirvieron como complemento informativo (o como sustituto, dado el alto grado de analfabetismo en el país) de la prensa; esto no era extraño, ya que desde los primeros tiempos del cine se habían filmado en México fiestas populares, corridas de toros y catástrofes como descarrilamientos, inundaciones y temblores, siguiendo la misma línea narrativa de los reportajes acompañados de fotos que aparecían en diarios y revistas. Pero al mismo tiempo los documentales eran por su contenido obras propagandísticas parecidas a las que habían retratado elogiosamente a Porfirio Díaz en sus viajes (Fiestas presidenciales en Mérida, Enrique Rosas, 1906), en el lanzamiento de obras públicas (Inauguración del tráfico internacional en el istmo de Tehuantepec, Salvador Toscano, 1907) o en actos políticos (Entrevista Díaz-Taft (Hermanos Alva, 1909). Como sucede con frecuencia en este género, el carácter de propaganda de los documentales se ocultaba bajo la apariencia de una información objetiva e imparcial.

La mayoría de las películas narraba enfrentamientos locales centrados en una batalla, ubicados en puntos geográficos específicos y en el pasado inmediato; su atractivo se basaba en la rapidez y oportunidad con que transmitían una noticia sensacional. Pero hubo otras pocas, más ambiciosas, que retrataron procesos largos, que duraban incluso meses, con lo que ganaban en certidumbre y fuerza propagandística.

La palabra “revolución” que muchos de estos documentales incluían en el título significaba una insurrección contra el gobierno. Como éste cambió varias veces durante el periodo, se retrataron diferentes revoluciones. En ocasiones triunfaba la que se representaba, como la de Francisco I. Madero contra Porfirio Díaz, pero otras veces era derrotada, como la de Pascual Orozco contra el mismo Madero. Y como la historia se narraba desde la perspectiva de uno de los bandos (usualmente el ganador), no era raro que su contenido no coincidiera puntualmente con la realidad.

Destacaban dos grupos temáticos, los enfrentamientos militares y las manifestaciones de victoria, éstas generalmente representadas con la entrada de un ejército a una ciudad en medio de grandes muestras de apoyo popular. En ambos casos se acostumbraba magnificar la figura del caudillo que encabezaba el grupo revolucionario. Los autores de estos documentales no tenían intenciones de que fueran obras de agitación o de adoctrinamiento. Su propósito era retratar la imagen de un bando, y más aún, de un caudillo victorioso, del que no se distinguían principios, programas o ideas políticas. Mostraban así la cara más inmediata y superficial, aunque también la más llamativa, de los conflictos. Sólo unos años después de que las luchas militares terminaron se pudo dejar hasta cierto punto de lado la propaganda para hacer cintas de recopilación histórica, en las que el concepto de revolución adquirió un mayor nivel de generalidad que el de cualquier revuelta local contra el gobierno.
Página: 1 2 3 4

Fundación Toscano IAP | México, D.F. Junio de 2005